15 julio 2010

Historia


Era Primera: Era Dioclesiana

Los inicios de la Orden de los Caballeros de la Flor de lis, son desconocidos. Solo se sabe que desde el principio de la humanidad, han estado para cumplir su noble misión. Aunque si remontamos al pasado podemos decir, que sus primeras apariciones fueron alrededor del Siglo III D.C. En plena era Dioclesiana, con un joven conocido como Jorge de Capadocia, en la orden conocido como”El arma de Dios en la tierra”  y su leyenda, en su épica batalla contra el dragón que atormentaba Silene.
Siendo un joven oficial en Libia, “La Orden” se entero de sus meritorios esfuerzos con los que alcanzo su rango, en la legión romana. Se le encargó una difícil misión, erradicar un dragón poseído por un poderoso brujo, que aterrorizaba a la ciudad de Silene, famosa por ser tierra de dragones.
San Jorge y el Dragón 
Cerca de la población había un lago tan grande que parecía un mar, en donde se ocultaba un dragón de tal fiereza y tan descomunal tamaño, que tenía atemorizadas a las gentes de la comarca, pues cuantas veces intentaron capturarlo tuvieron que huir despavoridas a pesar de que iban fuertemente armadas. Además, el monstruo era tan sumamente pestífero, que el hedor que despedía llegaba hasta los muros de la ciudad y con él infestaba a cuantos trataban de acercarse a la orilla de aquellas aguas.
Los habitantes de Silene arrojaban al lago cada día dos ovejas para que el dragón comiese y los dejase tranquilos, porque si le faltaba el alimento iba en busca de él hasta la misma muralla, los asustaba y, con la podredumbre de su hediondez, contaminaba el ambiente y causaba la muerte y enfermedad a muchas personas.
Al cabo de cierto tiempo los pobladores  de la región se quedaron sin ovejas, al enfrentarse a esta situación decidieron reunirse; el rey decreto arrojar cada día al lago a una persona, y que ésta sería elegido por sorteo, sin excepción. Pero llegó un dia, en que casi todos los habitantes habían sido devorados por el dragón, la suerte recayó en la única hija del rey.
                El rey angustiado le rogó a su pueblo darle ocho días para llorar su desgracia. Al pasar los días, la princesa fue abandonada a su suerte a orillas del lago, entre mares de lágrimas. Mientras Jorge galopaba por las orillas del rio, buscando al dragón se encontró con la doncella. Al verla preguntó porque lloraba, y ella le explico que el dragón vendría por ella.

Al mirar al horizonte, notó una gran silueta entre las aguas, que avanzo rápidamente hacia ellos y salió a la superficie. Al ver esto Jorge se persignó en el nombre del Señor, subió a su noble corcel. Tomo su lanza la hizo vibrar en el aire, y se abalanzó velozmente contra el dragón. Ágilmente el dragón esquivo la lanza, sin embargo ésta le hirió en un ala. El dragón furiosamente golpeó a Jorge y lo bajo de su caballo, una vez en el suelo el dragón escupió sus poderosas llamas. Jorge rápidamente se cubrió con su escudo, que fue un regalo del Emperador Dioclesiano; hecho con los mejores minerales y por los mejores herreros de Roma.  Al dejar de escupir fuego, Jorge tomo su espada se acercó al dragón y le corto la cabeza, dando muerte al dragón.

La princesa asombrada de su hazaña, corrió hacia el pueblo y llamó a su padre. Sorprendido abrazo a su hija y junto al pueblo completo se arrodilló ante Jorge de Capadocia, en tributo a su victoria contra el dragón que tanto los atormentó.

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